domingo, 7 de noviembre de 2010

El día de la marmota en Twickenham



Se tituló El día de la marmota una conocida película dirigida por Harold Ramis y protagonizada por Bill Murray en la que un individuo veía como su vida quedaba impotentemente reducida a la tortuosa repetición del mismo día. El día era siempre el mismo, pero no necesariamente sus contenidos vivenciales resultaban idénticos. Únicamente a partir de una costosísima progresión, fruto de cambios graduales de los que ni él mismo se daba cuenta, pudo superar ese encallamiento temporal-existencial. Pues algo así le está pasando a Inglaterra, sobre todo con Nueva Zelanda de partenaire. La historia se repite cada noviembre desde el año 2002: derrota en casa, victoria de unos All Blacks (la novena seguida frente a los De la Rosa) que parecen jugar en Twickenham casi con mayor comodidad que en el mismísimo Eden Park (16-26. Crónica de Eddie Butler). Pero poco a poco, como en la película de Murray, se van apreciando unos cambios que, si de momento todavía no pueden prometer una victoria redentora, sí que apuntan a su posibilidad a medio plazo. Inglaterra volvió a morder el polvo en Twickenham, pero en esta ocasión las diferencias existentes entre un equipo y otro se fueron limando hasta el punto de que los locales tuvieron opciones de empatar el partido en el último tramo. Le faltan todavía una serie de ajustes a los de Johnno, por ejemplo, mayor nivel físico (todavía se nota demasiado que las selecciones del hemisferio sur son más atléticas y tienen más fondo), más concentración en momentos clave (los errores en el juego a la mano siguen siendo desesperantes entre los ingleses) y determinados cambios en el equipo titular (de los que me sobran Cueto, Palmer y tal vez Hape e Easter) para poder tener opciones de victoria en el 2011, con el VI Naciones y el Mundial. De momento se nota que los 3 fenómenos que, casi a la fuerza, se ha visto obligado a introducir en el equipo, y hablo del trío Youngs-Foden-Ashton, le dan unas posibilidades que antes no se tenían, como capacidad de desborde, creación de espacios y verticalidad, talento e ingenio, etc., pero me habría gustado que estos cambios ya se hubieran introducido al inicio del pasado VI Naciones, y no precipitadamente en los tests de junio, porque así habría un mayor rodaje que se apreciaría a día de hoy. Lo que queda de estos tests de noviembre deben ser claves para ese rodaje, para que la confluencia de dos estilos, el de delantera correosa y potente (a los All Blacks los llegaron a poner en aprietos muchas veces), con juego corto y de choque, junto al más atractivo de tres cuartos creativos con capacidad para romper las líneas rivales, puede dar sus frutos. Si le añadimos a este 15 de ayer el gran Wilko en lugar de Flood, y cambiando a Cueto por Banahan, Easter (se viene demasiado abajo físicamente en las segundas partes, y tal vez por ello comete excesivos errores) por Jordan Crane, Hape por Flutey y Palmer por Attwood, Inglaterra tendrá mucho que decir en el 2011 (deberíamos tener en cuenta también, que además de la descomunal calidad de los All Blacks, hay algo muy importante que tienen a favor, y es que Henry lleva ya siete años en el cargo, y trabajando exactamente con la misma columna vertebral, la formada por McCaw, Carter y Muliaina, que ya le ha dado muchos títulos a su país, mientras que Johnson, además de ser peor seleccionador, está todavía montando un equipo que no ha encontrado una línea regular de juego desde el año 2003, año desde el que no ha vuelto a ganar prácticamente nada, salvo unas cuantas Calcutta Cup).

Pero, pasando al partido en sí, y tras unos pocos minutos iniciales en los que Inglaterra desplegó una salida animosa y con cierto brío, ya se vio que los All Blacks, a pesar de su derrota en Hong Kong, siguen siendo una máquina de hacer rugby, y con dos despliegues en cascada casi seguidos pusieron en ridículo a la defensa inglesa (Hape y Cuero naufragaron en esos minutos). Los ensayos de Gear (polémico, pues en una imagen congelada parece que toca con el pie fuera antes de posar el oval), fruto de una vertiginosa combinación de Sonny Bill y un gran Kaino, y Read (casi empujado a la zona de marca por el mismo Kaino) pusieron a los neocelandes 0-14 y el miedo comenzaba a atenazar a todo Twickenham. De nuevo las pesadillas de otra humillación a manos de los All Blacks aparecían en la mente de los 80.350 espectadores que asistieron al partido. El fin de la primera mitad (3-17) no acabó de despejar ese miedo, aunque Inglaterra tuvo opciones de conseguir un ensayo en un ataque que naufragó a pocos metros de la línea de marca (Sheridan, que se acabó estrellando contra el muro negro, desbarató una opción casi perfecta no pasándole el oval a un Flood con espacio y posibilidades).

Pero, en cambio, sí que comenzaron a cambiar las cosas, como en El día de la marmota, en la segunda parte, pues, ya fuera por conservadurismo de Nueva Zelanda o por virtudes de Inglaterra, lo cierto es que los locales tuvieron en su mano empatar el partido (y tal vez ganarlo) si no hubieran desaprovechado unas 3 ocasiones claras para conseguir un ensayo. Siempre se habla del devastador ataque de los All Blacks, pero pocas veces se reconoce la imponente labor defensiva que despliegan, especialmente en el hemisferio norte, donde suele ser objetivo casi imposible anotarles un solo ensayo (creo recordar que en los tests de otoño de 2009 dejaron a cero ese registro). Por eso tiene especial mérito que Inglaterra acabara anotando uno, obra del hooker reserva Dylan Hartley (nota posterior: acabo de ver una repetición del ensayo y resulta que no debería haber subido al marcador, pues Ashton parte en fuera de juego tras el pateo de Flood), y que pudiera repetir proeza en varias ocasiones, sobre todo en el 'ensayo fantasma' de Hape (únicamente se vio que no lo era gracias a la repetición televisiva), al que se le cae el balón justo en el último momento (aunque se podría haber pitado perfectamente penalty try por el placaje sin brazos de Toeava). Curiosamente los problemas visitantes llegaron cuando un jugador al que aprecio, Andy Ellis, entraba en el terreno de juego substituyendo a un correcto Matthewson, para hacerse con la manija de su equipo, cosa que no pudo plasmar en ningún momento, quedando el ataque de los neocelandeses reducido a los tiros de penalty de Carter. Un signo evidente de que los All Blacks pensaron que se les podía escapar la victoria lo encontramos en lo que sucedió en el minuto 71, justo antes de la exclusión de Kaino: penalty a favor, con 16-23 en el marcador, y rompen con la 'lógica all black' que les habría llevado a buscar un peligroso line out cerca de la línea de marca, para conformarse con un tiro a palos que los dejara fuera de peligro. No es que fuera una mala decisión, al contrario, pero esta racanería sólo la suelen practican los neocelandeses en esos escasos momentos en los que se ven algo acorralados.

Luego llegó la inferioridad numérica y las últimas avalanchas inglesas, ya casi sin fuerzas (Easter, Moody y Croft principalmente, desfondados), como la citada anteriormente acción de Hape, pero ya no pudieron variar el marcador, aunque al menos les quedara a los locales el detalle positivo de ganar por puntos el segundo tiempo, 10-9, algo que no hay que desperdiciar a la hora del análisis si el rival ha sido Nueva Zelanda. Lo dicho: sigue la misma historia de cada mes de noviembre, aunque algo va cambiando. Ya no hay humillación, los ingleses dan más la cara, e incluso se permiten anotar un ensayo. El próximo partido, frente a Australia, debería confirmar si Inglaterra se encuentra inmerso en una línea ascendente o simplemente un espejismo le está jugando una mala pasada.

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