lunes, 1 de noviembre de 2010

En Hong Kong, milagro y fin del maleficio



Tenía que ser el Hong Kong que cantaran Siouxsie and the Banshees y Screamin' Jay Hawkins. Para romper el maleficio que estaba destruyendo la autoestima de los Wallabies y que se cifraba en nada menos que 10 derrotas consecutivas frente a los All Blacks (todos los enfrentamientos desde el verano del 2008), tuvo que viajarse a la antigua colonia británica de Hong Kong (o no tan antigua, ya que fue devuelta a China casi al mismo tiempo que el rugby pasaba del amateurismo al mundo profesional) para poder realizarlo (26-24). En tierras de las antípodas, ya sea en Australia o en Nueva Zelanda, no había manera de poderle ganar un partido al mejor equipo del mundo, el que llevaba hasta este pasado sábado 15 victorias seguidas (no perdía desde el día que Frans Steyn los cosió a bombazos en el Eden Park, septiembre de 2009). Y, por cierto, se trata del segundo maleficio que últimamente han quebrado los australianos, después de superar el 'mal de alturas' del Highveld, venciendo a los Springboks en Sudáfrica durante el pasado Tri Nations. Parece que algo comienza a cambiar en la dinámica de los chicos de Deans, y a la inmensa calidad que atesoran se une la capacidad, insólita hasta ahora, de revertir tendencias negativas y remontar un partido en los últimos instantes. Si durante mucho tiempo las bondades de un ataque que con los últimos ajustes (Cooper de apertura, Giteau de 12, Beale atrás, O'Connor de ala y Ashley-Cooper de centro, estaba siendo devastador, se torcían por clamorosos errores defensivos (que los sigue habiendo, por cierto) y cierta debilidad mental en los instantes decisivos, ahora parece que la tendencia va mutando. Veremos cuánto dura, pero a falta de ver si hay cristalización de estas nuevas armas de los Wallabies, su inicio de los tests de noviembre no puede ser más halagüeño con la euforia evidente y merecida que están experimentando tras vencer a los All Blacks tras más de dos años de penalidades.

Sin embargo, la victoria no fue en absoluto fácil, todo lo contrario, en uno de los finales más vibrantes de los últimos meses (creo que sólo la remontada de Gales a Escocia en el último VI Naciones dio más de sí), coronado con un ensayo casi imposible, tras driblar a 4 rivales, del joven pero ya decisivo O'Connor, que empataba el partido a 24, y la conversión final que destapó los entusiasmos largamente incubados entre los Wallabies. Había muchas ganas de vencer a los All Blacks y se demostró ya de inicio, con unos 30 minutos arrolladores de los australianos, que dominaron territorialmente y en posesión a sus rivales, aportando más entusiasmo. Sin embargo, la mala puntería a palos de Beale y Giteau (lo de Giteau ya resulta desesperante), impidió que la diferencia fueran excesivamente clar, quedándose en un 12-0 tras los ensayos de Cooper y Ashley-Cooper. Todo parecía de cara para que los de amarillo pudieran dar un repaso a los de negro. Sin embargo, los All Blacks se pueden permitir sestear durante media hora y permitir que el rival coja cierta ventaja, pero cuando se centran y despliegan su juego alegre y vistoso no los para nadie. Y demostraron que siguen siendo los mejores sólo en 3 minutos, que fue lo que les costó anotar dos ensayos seguidos (Cowan y Jane) para darle la vuelta al marcador, 12-14. Un tiro de Carter dejó un 12-17 que desesperó a los australianos, dominadores de la mayor parte del encuentro, pero que veían cómo lo que tantos minutos y esfuerzos les había costado conseguir desaparecía tan sólo en 3 minutos de insipiración neocelandesa.

Acusaron el cambio de dinámica los Wallabies al inicio de la segunda parte, porque no llevaron la iniciativa hasta pasado el ecuador de esta fase, tras el tercer ensayo de los neocelandeses, obra de Nonu, que ya doblaban a los australianos, 12-24. Se estaba viendo la misma película de siempre: mientras que a sus rivales cualquier punto les cuesta toneladas de sangre y sudor, los All Blacks parecen desenvolverse con una facilidad increíble para ir sumando ensayos y puntos. Fruto de ello, imagino que cayeron en la peor de sus trampas, la autoconfianza. Son tan buenos y ven que sin estar al 100 % se llevan fácilmente los partidos, que bajan el acelerador en exceso, y esta vez les tocó pagar la petulancia, tras el cambio de Carter por Donald. Inmediatamente, el partido volvieron a pelearlo los Wallabies, tras demasiados minutos viendo cómo su rival se iba pasando el oval. Los australianos confían mucho en su rapidez y capacidad en ganar la espalda a la defensa rival, pero en esta ocasión abusaron algo de la patada larga, que en muchos casos se fue más allá de la línea de marca. Fueron minutos de intentar alocadamente ganar terreno, salir del encierro en su propio terreno de juego, cuando tras la salida dificultosa de un scrum peleado, y tras pases de Genia y Cooper, Beale rompió la línea rival y tras un amago que descolocó a Muliaina, pasó a Mitchell que embalado consiguió un ensayo precioso. La transformación de O'Connor dejaba las cosas todavía abiertas, 19-24. Australia esperó su momento, más dinámica con el cambio de Barnes por Giteau, pero los neocelandeses tuvieron la sentencia en la bota derecha de Donald, que falló un aparentemente asequible penalty a 5 minutos del final. Ya no había margen para guardarse nada, sólo quedaba atacar hasta el final. Los australianos lo hicieron, pero no había manera de quebrar el muro teñido de negro. Parecían volver a quedarse en la orilla, sobre todo cuando los neocelandeses recuperan el oval, aunque incomprensiblemente Donald lo aleja pero no fuera del campo, sino que lo deja dentro. Sigue el juego y, tras varios ataques infructuosos, O'Connor obraba el milagro en el que, en ese momento no creía ya nadie. 24-26 en el marcador y muchos fantasmas despejados para los torturados Wallabies, que así pueden iniciar su periplo europeo con más tranquilidad (no tener que esperar a julio para tratar de romper el maleficio All Black debe liberar unas tensiones bárbaras).

Pero, a pesar del partidazo de Australia y de su agónica victoria, a mi modo de ver Nueva Zelanda sigue estando por encima de sus rivales, pues, visto lo sucedido en Hong Kong, para vencerlos tienes que estar al 200 % y además que te caiga en gracia un poco de suerte y pasar por una agonía tremenda (y si eso se cumple, la victoria será siempre muy ajustada), mientras que ellos transmiten la sensación de jugar con el freno puesto, forzando sólo cuando les conviene, siendo además sus victorias mucho más contundentes que sus escasísimas derrotas. Esta derrota no debería preocuparles, casi al contrario, pues liberan esa exigencia que a veces puede pesar de ser siempre invulnerables. En un partido con más cosas en juego, estoy seguro de que Nueva Zelanda no regala los últimos 20 minutos. Aún así, hay que reconocer que el trabajo de Deans, que parecía sentenciado de muerte al principio del pasado Tri Nations, comienza a dejar un poso, y aunque sigue habiendo cosas que corregir (y posiciones sin cubrir del todo bien, porque falta un nº 8 de garantías y un buen acompañante de Sharpe, aunque el recuperado Dan Vickerman podría venir bien en este segundo caso), las espectativas de los Wallabies, a 11 meses del Mundial, comienzan a cuajar.

2 comentarios:

  1. Hola. Entre una de las muchas regresiones a la infancia tardía, que creo estar sufriendo a mis cuarenta años, está la de volver a aficionarme a este deporte. Mis conocimientos de él son muy endebles, pero disfruto viendo videos como los que compartes en el blog. El caso es que necesitaría que me aclarases, si tuvieras a bien Horrach,o alguna otra persona, si estoy en lo cierto cuando creo que los equipos del Sur juegan con mayor dinamismo que los Norte y cuál puede ser la razón. Otra cosa. ¿Se respeta el silencio en los lanzamientos a palos en el Sur, es algo en desuso, también en el Norte?
    Muchas gracias de nuevo.

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  2. Buenas noches, César, bienvenido a este cubículo.

    Tienes toda la razón: los equipos del hemisferio Sur practican un juego mucho más rápido que el de sus colegas del norte, en los que siempre se juega mucho más cerca de la delantera, lo que ralentiza mucho el ritmo. Imagino que puede ser por dos cosas: porque en el norte la forma de juego se ha estabilizado históricamente de esa manera, y también porque normalmente un equipo del hemisferio norte juega bastantes más partidos al año que uno del sur, donde las competiciones suelen ser más cortas. En el hemisferio sur hay voces que critican algunas aventuras europeas de sus mejores jugadores porque, supuestamente, luego regresan habiendo perdido lo que los hacía poderosos en el sur, perjudicándoles a la hora de readaptarse. El último al que se lo escuché fue a un sudafricano (no sé si era Dick Muir) refiriéndose a las actuales evoluciones europeas de varios Springboks.

    En cuanto a lo del silencio a palos, eso es algo que me indigna muchísimo, porque prácticamente sólo se respeta en las islas británicas (especialmente en Irlanda e Inglaterra). Ni en el hemisferio sur, ni tampoco en Francia o Italia, hay el más mínimo respeto a algo que debería ser la norma en todo el mundo oval. Tras escucha a tanto cabestro francés o sudafricano berrear cuando el rival tira a palos, es una delicia disfrutar del silencio sepulcral que se produce, por ejemplo, en el Thomond Park de Limerick, cuando Sexton o Nacewa tiran a palos. Una muestra de civilización que debería avergonzar a los que no la practican.

    saludos

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