Ben Morgan, el coloso de Bristol
Malos augurios se cernían sobre las posibilidades de Inglaterra. Además de ser el día de San Patricio, la tónica de los últimos enfrentamientos con Irlanda era nefasta para los locales (7 derrotas en 8 encuentros). Pero sucedió algo que escapaba a casi todas las previsiones: un contundente 30-9, una exhibición de la delantera inglesa, dejando en sólo 9 puntos (sin ensayos) al que ha sido el mejor ataque de la competición. Para acabar finalmente segundos del torneo, tras la perfecta Gales, con la duda de lo que habría sucedido si el dragón Williams no le hubiera robado el oval a Lawes en los fatídicos últimos instantes del Inglaterra-Gales que a la postre ha decidido el título.
Es el momento para la síntesis de la etapa Lancaster, que se antojaba breve, pero que puede afianzarse con continuidad. De un inicio lamentable, con victorias agónicas ante los dos rivales más débiles, se ha ido ascendiendo progresivamente, en imagen, dinamismo, fortaleza. Sigue el juego directo, con un abuso ilógico de las patadas por parte de Farrell (aunque en general el chico se asienta convincentemente), pero con detalles que en las primeras jornadas no se vieron. Ante Gales y Francia esta Inglaterra mostró algunas de sus armas, pero fue ayer en Twickenham cuando verdaderamente han demostrado una fuerza espectacular, granítica. Si Gales es un equipo de estilo 'griego', entregado a un ataque elaborado y estético, lo de Inglaterra se parece más a lo espartano o lo romano, es decir, una fuerza y consistencia práctica y resolutiva capaz de arrollar implacablemente a sus rivales, como se pudo ver ayer. Con un scrum 'totalitario', forjado a partir de una primera línea granítica, casi imbatible (Corbisiero-Hartley-Cole), y una tercera prodigiosa (Croft-Robshaw-Morgan), el estilo inglés está desarrollando elementos y facetas capaces de desarbolar a cualquiera. Sólo le falta un Youngs inspirado como ayer (Dickson ya ha dado todo lo que podía dar), que mueva a sus backs y aproveche el talento de Foden y Ashton, para soñar con lo más alto. También que salga Strettle del quince inicial, porque no aporta absolutamente nada.
Como su trayectoria en este VI Naciones, el partido de ayer fue progresivo para Inglaterra, pasando de una primera parte espesa, presidida por errores continuos (de locales y visitantes) debido al deslizable oval, a una segunda en la que se acabó humillando a los irlandeses, devolviéndoles las sensaciones de Dublín hace un año. El que ha sido indiscutiblemente el jugador revelación del torneo (y ayer Man of the match), Ben Morgan, estuvo de nuevo soberbio, inconmensurable en todas las facetas del juego. Ese hombre está destinado a hacer historia en Inglaterra, que ha pasado en la posición de nº 8 de la noche (Easter) al día. Las cámaras de la BBC lo mimaron todo el encuentro, y el jugador de los Scarlets estuvo a la altura de su presente consagración.
Decíamos que en la segunda parte se acabó de desnivelar el partido. De nuevo, el scrum inglés brilló, alcanzando momento de superioridad tan enorme que a los irlandeses, más que la derrota en sí, les escocerá más la humillación padecida por su paquete de delantera, barrido por la furia y compenetración inglesa. Ya no hay dudas en el pilar izquierdo, donde Corbisiero se ha convertido en un puntal indiscutible, destruyendo ayer a Ross y, sobre todo, a Court, aniquilado en cada embestida. La superioridad local también pudo apreciarse claramente en el combate de flankers, absolutamente desnivelado. Una de las mejores terceras líneas del mundo, la irlandesa, fue triturada por sus rivales, con Robshaw y Morgan apabullando desde atrás, cazando todo intento de ataque, cada salida del scrum. Los últimos 20 minutos fueron casi dramáticos para los irlandeses, reducidos y diezmados (apenas un break de Earls, que no supo combinar) por unos ingleses necesitados de una lección que reparara el honor perdido en los últimos meses. La salida de Youngs, el nº 9 de los mejores días, fue decisiva, moviendo a su tercera línea con unas posibilidades que se le escapan a Dickson, y consiguiendo un gran ensayo en una de sus jugadas características: aprovechar una penalización para salir a matar desde la ventaja.