(tremenda la estampa: el Heredero haciéndole la corte a los galeses, mientras que Harry the Great se mantiene fiel al puntal del imperio)
Es complicado ponerse a escribir esta entrada cuando hace tan poco que se produjo la catástrofe. Pero como no escribo más que para mí mismo, no pasa nada si se me va la mano y me dejo llevar por el cabreo. Porque motivos hay, y no será (vale, ahora me pongo algo ventajista, pero legítimamente ventajista) porque Filorugby no avisara de los peligros intrínsecos al proyecto del nefasto Stuart Lancaster, un tipo que no había entrenado a nadie en esto del rugby, al que le tocó la lotería de sustituir a Johnno, aunque sólo como interino, ya que la Federación había llegado a un pre-acuerdo con Nick Mallett. El caso es que, todavía no sé muy bien por qué (ya que, si no funcionó Mallett, se podría haber buscado alguna otra opción), Lancaster pasó de interino a oficial. Siempre ha estado discutido, porque en 4 años no ha ganado nada. Vale, sí, varias Calcutta Cup, pero sólo faltaría que no las hubiera conseguido ante la peor Escocia en décadas. El caso es que el equipo a ratos ofrecía buenos momentos, pero más por la calidad de la plantilla que por la dirección del entrenador. La victoria ante los Allblacks tuvo a un responsable supremo: Tuilagi. Lo he dicho en alguna ocasión: Inglaterra necesitaba un Schmidt para sacar rendimiento a su plantilla. Pero un tipo como Lancaster no era el adecuado de ninguna manera. Obsesionado con aumentar el nivel físico, ha dejado sin cubrir otros aspectos del juego. Para colmo, la preparación psicológica de la selección está demostrando que no existe. De acuerdo que hay mucha presión, que son anfitriones y todo lo que se quiera, pero no puede ser que los nervios te coman ante una medianía como Fidji y ante una Gales diezmada como nunca más va a estarlo en la vida. No puede ser que salvo Brown (de nuevo, el único que sigue a la altura), se vengan abajo cuando les toca pegar un puñetazo en la mesa.
Ha sido una hecatombe lo de esta noche. Los últimos minutos han dado la medida de la incompresible psique quebradiza de esta equipo: maul a 5 metros casi con el tiempo cumplido que, en lugar de avanzar, es arrollado por la tropa galesa como si fueran peleles. Trataron de avanzar formando el maul en el mismo punto de la captura, demasiado cerca de la banda, con lo que ha sido fácil sacarlos del campo. Dos jugadas después, line out a favor, última opción para la épica, y al siempre mediocre Wigglesworth (¡increíble que este hombre esté por delante de Danny Care!) se le cae el oval de las manos... 25-28 ante una Gales en cuadro, destruida por las lesiones, que a los que ya llevaba de inicio se tuvo que sumar durante el encuentro, una batalla brutal en lo físico, dos Williams en camilla y Amos con un brazo tocado. Increíble, épico, lo de Gales pasará sin duda a la historia, pase lo que pase en este Mundial. Lo de Inglaterra también pasará, porque no tienen ni la más mínima opción de ganarle a Australia. Ninguna. Bueno, sólo una: que Brown no se resfríe y que Ben Morgan se recupere y pueda ser titular el sábado. Robshaw, otro que tal, no puede seguir como capitán (incluso un descanso en el equipo le vendría muy bien). Recordemos que lo de Robshaw con la capitanía es un poco como lo de Lancaster: fue un interino que se acabó quedando con el puesto, porque el designado de inicio para el liderazgo del equipo era Tom Wood. Nunca ha tenido autoridad ni criterio para una tarea tan importante.
En cuanto al partido en sí, cabe decir que Inglaterra no lo tenía mal en la media parte, incluso a ratos jugaba bien. Pero, claro, se enfrentaba a un equipo muy tocado. Con Farrell tomando la iniciativa (es mejor placando que dirigiendo. Pero con el pie estuvo sensacional, incluso se inventó un drop), Burgess dinámico y con ganas de aportar y Ben Youngs más entonado que ante Fidji (de hecho, su lesión fue decisiva finalmente), llegó el ensayo de May tras una buena jugada de Brown y el citado Youngs. Dominaban fácilmente los scrums y en el line out cumplían sin mácula. Parecía incluso la promesa de más anotaciones, aunque sus ataques pecaban (otra rémora lancasteriana) de planos y lentos. Pero no, claro. Los últimos minutos de la primera parte ya dejaron ver por dónde iría el segundo tiempo: unos galeses con una dignidad de granito, envalentonados, lanzados al ataque porque nada tenían ya que perder. Y con un Biggar excelso con el pie. Por un momento pensé que Inglaterra debería salir a rematar el encuentro tras el receso. Y más con el escenario visitante, más propio de Little Big Horn que de Twickenham, de la imparable epidemia de lesionados en su equipo. La parafernalia era incluso sádica: tras un ataque inglés, fueron cuatro los galeses caídos. Dos tuvieron que irse inmovilizados en el cochecito, y otro con un brazo muy tocado. Parecía como si Gatland mismo tuviera que salir a defender la zamarra roja del dragón. O Gareth Thomas, que no se lo creía al final del encuentro en la sala de comentaristas de la tv inglesa (junto a unos pasmados Wilko y Sir Clive Woodward).
Pero la clave llegó en el minuto 69. De nuevo, la cobardía lancasteriana. La cobardía que a Australia le hizo perder el bonus opfensivo ante Fidji. La cobardía que no tuvo Japón ante Sudáfrica, y he ahí su gesta. El caso: penalty a favor cerca de la marca, 22-18 en el marcador, y los anfitriones no buscan plasmar su superioridad y el desconcierto galés ante tantas adversidades. Van al tiro a palos fácil, para dejar el 25-18. Pensaban que ponían tierra de por medio y se acercaban a la victoria. Cuando lo que propiciaron, por no saber leer la dramaticidad del encuentro, fue un arreón increíble de los visitantes, que por un momento debieron sentirse más en Cardiff que en Londres, porque apabullaron a sus socios de la Unión para destruir sus líneas consiguiendo un try sensacional, aprovechando una clara superioridad por el flanco izquierdo y con un pase cruzado con el pie (Lloyd Williams) hacia los palos que acabó con pose de Gareth Davies (parecían Camberabero y Saint Andre hace 24 años). Jugaban como si fuera el último encuentro de sus vidas. De cada adversidad sacaban petróleo: no estaba Halfpenny para patear, pero Biggar fue infalible; no estaba Rhys Webb, pero Davies ensaya; se lesiona Amos, pues el tercer medio scrum (que sin la lesión de Webb no habría viajado a Inglaterra) ocupa su lugar y propicia el ensayo salvador, etc. Luego, una nueva penalización en los amontonamientos, fue cobrado por Biggar para dejar el 25-28 final. Luego sí fueron valientes, buscando el try antes que los palos, seguramente para compensar lo de 8 minutos antes (o el célebre cague de Robshaw ante los Springboks hace 3 años), pero también se equivocaron: faltaban 3 minutos, podrían haber asegurado el empate y luego buscar la victoria. Pero lo peor fue la estampa: se entregaron a la épica pero no tenían espíritu para eso, estaban anulados, lívidos. Fue el seppuku final. Fíjense lo que sucede cuando uno no sabe ganar, cuando el miedo ya ha vampirizado sus extremidades y sus almas. Pollos sin cabeza (sin entrenador ni capitán) que frustrarán las ilusiones de un país. En fin, una puta vergüenza. El sábado ante Australia será un día apocalíptico (he leído en BBC Rugby que ya usan este término) para el rugby inglés, podría ser el primer caso de anfitrión que no pasa de la fase de grupos. Una infamia.